El sentimiento de todo un pueblo
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sábado, 07 de marzo de 2009 | Cartas al Director
Alazne Pilo | aupaAthletic.com
Si hace año y pico, que es lo que llevo escribiendo para esta página, me hubieran dicho que algún día escribiría este artículo, probablemente me hubiese reído y, por supuesto, no lo hubiese creído. Por eso, hoy quiero que la crónica sea más personal, para intentar plasmar lo que siente en estos momentos toda una generación, la más joven.Todo este asunto de la Copa ya nos tenía ilusionados desde que el destino emparejó al equipo con el Sporting de Gijón. Miles de personas llenaron el Molinón para ver como el equipo pasaba, por tercera vez en diez años, a una semifinal. Una semifinal que daba un poco de miedo porque el rival salía del enfrent amiento entre Valencia y Sevilla. Gracias a las horas bajas del primero, el Sevilla se hizo con su billete para la semifinal.
Entonces fue cuando equipo y afición juntamos nuestras fuerzas para hacernos creer que la final era posible y que realmente teníamos posibilidades de eliminar a un Sevilla en Champions.
El resultado de Sevilla pudo haber sido mucho mejor, pues Llorente había adelantado al Athletic en el marcador. No obstante, una segunda parte bastante horrible dejó la eliminatoria en el aire. Se decidiría un mes después.
En ese mes, la afición rojiblanca, la ciudad y la provincia se afanaron por preparar todo para el gran duelo, viendo la final más cerca que nunca. Banderas colgadas de las ventanas, de edificios emblemáticos de la villa, bufandas, camisetas, luces rojas y blancas, carteles, publicidad en metro, tren, tranvía y autobús, colegios y oficinas engalanadas; todo qued&oacu te; preparado para el día 4 de Marzo. Desde Sevilla, lo único que intentaron para frenar la euforia rojiblanca fueron, como ya sabe toda España, las palabras de su presidente Del Nido, aquello de que se iba a comer al león de la melena a la cola y de que ningún vasco dormía pensando que jugaba Kanouté y que a él Llorente le daba igual. El efecto, fue totalmente contrario, estas palabras inyectaron en la afición y el equipo un plus de adrenalina y la exaltación creció hasta límites insospechados.
El día del partido fue muy largo para algunos, pues desde primeras horas de la tarde ya había mucha gente concentrada frente al hotel Carlton para apoyar al equipo en su salida hacia San Mamés, a eso de las 6 de la tarde. A la salida de los jugadores, la afición ya ocupaba acera, carretera y toda la plaza Moyua y los jugadores debieron sentirse, sin duda, muy arropado s. Una marea siguió al autobús rojiblanco en todo su recorrido y, por ello, en vez de 5 minutos, tardaron 40 en llegar al estadio.
Toda la previa fue una fiesta, adivinando de alguna manera lo que vendría después. Regalos, cordero asado, risas, fotos, bengalas rojas y blancas, cohetes, banderas y bufandas. Y pensé que aunque no llegaran a la final, habría merecido la pena.
Desde las 7:30, San Mamés ya estaba calentando para lo que vendría después. Éramos pocos los que estábamos a esa hora dentro, pero a la salida de los jugadores al calentamiento, se oyó un pequeño anticipo de lo que iba a ser a las 8 de la tarde.
Aún se me ponen los pelos de punta al recordar ese momento, la salida de los jugadores para el comienzo del partido, la alineación, el himno, podría haberse oído desde todos los puntos de la ciudad.
El miércoles todas las partes del estadio, normalmente en discordancia, se pusieron de acuerdo para que todos los cánticos sonaran altos y claros. La afición no dejó de animar ni un solo momento, ni un segundo, los jugadores no pudieron escuchar al árbitro porque el clamor era atronador. Jamás había visto algo parecido. Ni qué decir tiene que el estruendo subió muchos decibelios en cada uno de los goles y que por una vez, nos vimos en la final al de 30 minutos de partido.
El pitido final supuso la liberación definitiva de toda esa adrenalina acumulada y la gente, con ganas de celebrar algo grande de nuevo, invadió el campo pacíficamente. Nadie pudo parar esa alegría desbordante. 24 años después el equipo juega una final, algo que las nuevas generaciones aún no habíamos visto. Lo máximo que yo y gente como yo habíamos vivido hasta el momento fue el subcampeonato liguero. Yo ten& iacute;a 12 años y aunque nunca olvidaré aquellos grandiosos días, esto nos da la oportunidad de ver un título, algo que solo existía en nuestros mejores sueños.
El resto de la noche fue una sucesión de risas, cantos, bailes y fotos para inmortalizar una parte de la historia de este club. La fiesta acabó a altas horas de la mañana, por una vez, no importó el colegio, la Universidad, el trabajo; no importó la crisis, no importó la ideología, no importó el color de la piel, solo importó el Athletic.
Los días siguientes han sido de feliz resaca, ya todos esperamos ese 13 de Mayo, para ir a Valencia, con entrada o sin ella, en avión, tren o autobús, jóvenes y no tan jóvenes, solo queremos estar allí para apoyar al equipo como siempre hemos hecho, a pesar de las circunstancias y, por qué no, para celebrar un nuevo t&ia cute;tulo con nuestro equipo, ese que nos ha devuelto la ilusión y nos ha unido a todos para que volvamos a creer.
El Barcelona nos espera, como la última vez, ojalá se repita el resultado de aquel partido, lo veremos el 13 de Mayo. Cada vez está más cerca...
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