Athletic, Gran Torino
Carta de n aficionado rojibanco

martes, 12 de mayo de 2009 | Athletic Club
Jose Mari Isasi UrdangarÃn | aupaAthletic.com
Recuerdo el inicio de otra película, “Slumdog Millionaire”, y formulo la siguiente pregunta: ¿cómo puede el Athletic de Bilbao ganar la Copa al todopoderoso Barcelona?A) Por estrategia. B) Gracias al árbitro. C) Por suerte. D) Porque está escrito.
Quizá el Athletic consiga un gol en los primeros minutos, un remate de cabeza tras una falta o un córner, y luego pueda defender su portería durante el resto del partido, sin que el árbitro le pite un solo penalti en contra a pesar de sucesivos derribos y caídas dentro de su área, y sin que nadie del Barcelona, a pesar de sus mágicas jugadas, logre el gol de la igualada, ni siquiera Iniesta en el descuento.
Y sin embargo, no sería ni por estrategia ni gracias al árbitro ni por suerte por lo que el Athletic ganaría ese partido, sino porque está escrito.
Podrá el Barcelona meter un gol en su primera jugada de dibujos animados, y luego regatear Messi varias veces a los once jugadores y sus disparos dar primero en un poste y luego en el otro y en el larguero, y la posesión del Barcelona rondar el cien por cien, y el árbitro anularle varios goles por fueras de juego inexistentes y perdonarle la expulsión a Amorebieta, quien, por cierto, remataría a gol con la coronilla en el último suspiro en un córner botado por Yeste, finalmente, autor del gol de la victoria en la fatídica tanda de penaltis.
Y sin embargo, no ganaría el Athletic ni por estrategia ni gracias al árbitro ni por suerte, sino porque está escrito.
Porque el resultado de la final no es sólo cuestión de suerte, ni de táctica, ni de técnica, ni de talento, ni tampoco de los millones que valgan los jugadores de cada equipo. A la postre, lo que decantará la batalla, sea de noventa o de ciento veinte minutos, será la fe, la fe que mueve montañas, y nadie, ni siquiera el todopoderoso Barcelona, con todas sus admirables virtudes, genera la inmensa fe que es capaz de sentir el Athletic.
De entre todos los equipos de fútbol de élite, de entre todos los clubs que juegan en las más importantes y prestigiosas ligas del mundo, el único que es único, es el Athletic de Bilbao. Es algo que está escrito. Ningún otro equipo juega al más alto nivel únicamente con jugadores de la tierra a la que representan, y esa peculiaridad, que sin remedio tanta veces lo empequeñece y lo grava con caros impuestos, en ocasiones extraordinarias lo engrandece por encima de todas las cosas, por encima del cielo y la tierra, y lo compensa, y lo conduce adonde habita la fe indómita, ésa que mueve montañas. El Barcelona alineará a los mejores jugadores del mundo, contará con un entrenador excelso, y será animado por una afición multitudinaria y volcada con su equipo campeón, pero no tendrá derecho a esa clase de fe. A esa clase de fe, no.
Esa clase de fe hay que merecerla, es fruto de un largo recorrido, de más de cien años, donde uno es fiel a la tierra que labra, aunque a veces resulte yerma. Cualquiera de nosotros sabe que hay más fe de esa que mueve montañas en uno sólo de nuestros jugadores, incluso en el más débil y humilde, que en toda la plantilla del Barcelona junta. Cualquiera de nosotros lo sabe, y lo sabemos por un sencillo motivo: nosotros a veces sentimos la misma fe. Sin remedio. No importa lo que digan los periódicos ni las televisiones, ni los comentaristas deportivos, ni las estadísticas, ni las casas de apuestas; ni siquiera importa lo que diga el sentido común o nuestra propia inteligencia. A veces sentimos esa misma fe. La llevamos dentro, en algún lugar recóndito, en nuestras raíces, y cuando surge, de primavera en primavera, es incontenible. De repente nos brota a todos a la vez, a los jugadores y a los seguidores, como en la semifinal ante el Sevilla, y nos transforma. A la vez nos nace de esa tierra que compartimos, de la gloria y la esperanza de quienes nos precedieron, porque si ellos fueron capaces, ante los mismísimos Maradona o Di Stefano, nosotros también podemos.
Y por eso también, por la misma razón, cuando el Athletic gane la Copa, se la dedicaremos sobre todo a quienes nos sucedan, a nuestros hijos, para que ellos a su vez hagan lo mismo con sus descendientes. Y les diremos que deben sentirse orgullosos del Athletic, y deben comprender también que, a pesar de todo, lo más importante de nuestro equipo -como en la vida, como ellos mismos-, no es tanto que sea el mejor, sino que se esfuerce al máximo y siendo él mismo se halle entre los mejores, aunque la mayoría de las veces no se levanten copas ni se ganen ligas. Les explicaremos que el Athletic es también una metáfora, y representa unos valores y un estilo de vida, donde se quiere y se valora y se ama más, no al que más gane ni al que más triunfe, sino al más digno y al más honrado y al de corazón más grande.
Ahora, jugadores del Athletic, no tengáis miedo, sabed que no estáis solos, y en estas horas que faltan velad las armas con fe, porque mañana, en la batalla, está escrito que moveréis montañas.
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